La próxima vez que debas ir al Aeropuerto Arturo Merino Benítez, te encontrarás que ahora alberga un nuevo y moderno terminal aéreo, el que será inaugurado en septiembre. Pocos saben que esta obra de arquitectura e ingeniería ha sido erigida con 42 mil de toneladas de acero y 460 mil toneladas de hormigón, para posibilitar movilizar a 30 millones de pasajeros al año.
Esta mega infraestructura tardó 4 años en ser construida y al ser licitada, no se exigió a ninguno de los materiales, ni al proceso constructivo que fueran “carbono neutrales”, por lo que no es posible saber ni siquiera cuál es la huella que dejó.
No es necesario poner mucha atención para percibir las obras de hormigón y acero que nos rodean y que permiten contar con los edificios, autopistas, puentes y hospitales que necesitamos. Cada año en Chile usamos 3 millones de toneladas de acero y 4 millones de toneladas de cemento, que se han vuelto tan esenciales en nuestra vida como la electricidad o el agua y se ve muy difícil que renunciaremos a seguir usándolos.
El acero es hoy el material más usado por la humanidad y es responsable del 8% de todas las emisiones de gases efecto invernadero. En Chile, su consumo es provisto en un 40% por producción local y 60% por importaciones, principalmente de China. La producción de acero libera CO2, no sólo al quemar combustibles fósiles, también por las reacciones químicas indispensables para su fabricación. Al año, nuestro consumo de acero genera 5,9 millones de toneladas de CO2 al planeta, de los cuales 4 millones de toneladas fueron aportados por el acero importado y 1,9 millones, por la industria acerera nacional.
Los compromisos que el país definió frente al cambio climático, que es lograr la carbono neutralidad al 2050, implicarán que toda la industria productiva, así como la construcción, neutralicen sus aportes de CO2 en un 39%. Para lograrlo, los próximos años todo el país requerirá echar mano a la innovación y en este punto, el reciclaje de acero por sí solo no bastará. Se requerirá aumentar la electrificación de todos los procesos productivos posibles, que la electricidad se obtenga de una red descarbonizada, absorber las emisiones restantes mediante su captura y aplicar la economía circular en el uso de los materiales de construcción.
Las industrias del acero y el cemento tendrán enormes desafíos al 2050 si queremos contar con materiales sostenibles y preferidos para su uso en la construcción del país. Los odiados aumentos de impuestos verdes que esta industria enfrentará motivarán el uso de combustibles verdes y renovables. También lidiaremos con la incorporación de “impuestos en la frontera”, que gravarán los productos importados que no compensan sus emisiones en el país de origen.
Será otro escenario en el país y el mundo. Para entonces, cuando vuelva ampliarse nuestro principal aeropuerto, las nuevas generaciones de chilenos exigirán sobre los materiales no sólo cumplir con aspectos técnicos y un buen precio, sino haberse hecho cargo y compensado las huellas que generaron, algo que hoy está en veremos.