Estado de emergencia*
Las catástrofes naturales y sus asociados estados de emergencia son de ocurrencia frecuente en distintos lugares del mundo y, normalmente generan una tragedia en todos los niveles de la sociedad. La adecuada respuesta y preparación del tratamiento de la crisis, es de vital importancia para minimizar los daños, proteger y recuperar a la población y, junto con ello, rebajar los costos y la pérdida de recursos tanto permanentes como aquéllos asociados a la situación generada por el evento catastrófico.
Es necesario que las distintas instancias designadas trabajen de manera conjunta y coordinada con el fin de lograr, con la debida prevención, un ahorro de recursos y pérdidas de los grupos humanos de manera rápida y eficiente de manera que podamos considerarla como resiliente frente a los hechos catastróficos.
En el último tiempo, nuestro país se ha visto enfrentado a sus más esperados hechos de la naturaleza como son los terremotos, vale decir sismos de gran magnitud; pero también a erupciones volcánicas, temporales de viento y lluvia. Estas ocurrencias alteran el funcionamiento adecuado de los sistemas de manera no prevista y solamente la reacción oportuna y adecuada de las autoridades y los organismos del Estado encargados puede tener un manejo correcto de las situaciones.
De esta manera, es fundamental la consideración de que las autoridades actúen en el ámbito que le corresponde en cada situación. Es per se imposible pensar que las personas, sea cual fuere su investidura, dirijan de manera eventual sistemas destinados a expertos, los cuales están diseñados para ser operados con experiencia y conocimiento específico.
Es también importante tener en cuenta la investigación asociada y, por lo tanto, la preparación apoyada en un conocimiento básico adquirido a través de mediciones en terreno, en el análisis de los datos recogidos y en sus debida interpretación a fin de incorporarlos al conocimiento global que permite diseñar desde construcciones más seguras que puedan resistir distintos embates, desde sismos hasta vientos y lluvias, todos en su proporción.
También atendiendo a estas consideraciones, no podemos dejar de lado la elección de los materiales en cada caso, como la macicez de las obras de hormigón deseable frente a algunos embates o la flexibilidad de las construcciones de acero más adecuada en otros. Todas en la medida y proporción correctas.
Teniendo en cuenta estas consideraciones debemos, necesariamente, reconocer la importancia de las políticas públicas para el tratamiento de la emergencia, la creación de sistemas y procedimientos que generen acciones efectivas y prácticas en su operación.
Estas políticas no solamente debieran abarcar medidas de reacción ante los hechos naturales sino también la debida información previa para poder observar el comportamiento de las implementaciones físicas con parámetros reales que entreguen la información para prevenir su comportamiento físico actual, ya sean ellos sismógrafos, pluviómetros o anemómetros.
Es cierto que Chile es un país que ha logrado una posición relevante entre los países del mundo, tanto por sus logros económicos como por su avance tecnológico, pero este logro solamente genera un desafío mayor en nuestro futuro y ese desafío establece exigencias que todos debemos cumplir y tener presentes, de manera permanente, en nuestro avance en todos los niveles técnicos y económicos.
Solamente de esta manera podremos enfrentar un futuro incierto con la certeza de ser un país que avanza sin debilidad hacia un destino claro y definido.
*Columna de opinión de Sergio Contreras, presidente de ICHA, publicada en Cooperativa.cl